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Regalé y salí ganando

Hace unos años, yo era una de las personas que me dedicaba a leer los blogs, que simplemente recibía información sin dar nada a cambio, y ¿para qué? Pensaba yo, ¿para qué voy a escribir algo que el autor ni siquiera va a tener en cuenta? ¿para qué me voy a molestar si seguramente seré un número más en esos comentarios?
Y ahora, después de leer todos los comentarios que me habéis dejado al decir que el blog no iba a continuar, me doy cuenta de que pensaba antes de razonar, no os podéis imaginar como se puede ayudar a alguien estando tan lejos y a la vez causar en él una sensación que provocaría alguien que está a su lado.
Es raro y a la vez irónico que te animes al leer en boca de otras personas tus propios consejos o frases.. no sabría como describirlo.
Hace tres días al salir de la oficina para fumar un pitillo y relajarme un rato, me pasó una cosa que me hizo pensar mucho en este blog, y os la voy a contar:
Una anciana pasó andando por delante de mí, llevaba un bastón y se le veía un poco desorientada, algo me sugería acercarme a ella y a la vez algo me impedía hacerlo. La anciana giró la cabeza y empezó a cruzar la calle, por donde no debía, al ver que un deportivo subía la calle a toda velocidad hacia ella, yo, empecé a correr para sacarla de la carretera, el coche freno y yo la acompañe a la acera, con tan mala suerte que me torcí el tobillo.
La anciana estaba desorientada y no sabía exactamente donde estaba, tras preguntarle a donde quería ir y comprobar que no sabia llegar, decidí acompañarla.
Al llegar a la oficina, el tobillo me dolía; como si un camión hubiese pasado por encima, y yo pensaba: eso que dicen que las buenas acciones terminan volviendo a ti? Menuda patraña.. Vamos a ver yo no ayudé a la anciana para que me pasasen cosas buenas, ni para ser recompensado, pero entonces, por esa regla de tres hacer malas acciones tampoco supone que a ti te valla a ir mal en la vida ¿no?.
Minutos después de haber subido, mi jefe me ofreció una cerveza, al parecer estaban de celebración, me tomé mi cerveza para ver si así me olvidaba un poco de mi tobillo. Una hora después, mi jefe volvió y me dijo que me podía marchar a casa, aún faltaban tres horas para mi salida. Después de darle las gracias y llegar al coche para irme, pensé; aquí está. ¡sí, aquí está! No sé como le llamareis vosotros, casualidad, suerte, o que mi buena acción me había sido devuelta. Creo que nunca me olvidaré de las palabras de la anciana cuando le estaba acompañando; “¿Qué culpa tiene un jovencito como tú, de los problemas de una vieja como yo?”.
Os preguntareis a donde quiero llegar yo con esto, pues bien, yo deje de escribir este blog, porque veía que por mucho que una persona piense algo para que este mundo sea un poquito más justo y menos desmoralizador, a nadie le importaba, todo el mundo iba a pensar en si mismo y en nadie más, y aunque a su alrededor hubiese personas que necesitasen su ayuda, jamás se la iba a ofrecer, porque ¿para qué? Si sólo le ocurrían cosas malas.
Ahora yo puedo decir una cosa, ayudar, además de hacerle la vida más fácil a los demás, es sentirse bien con uno mismo, es sentirse útil, es pensar que podía y pude.
Y no os estoy diciendo que ayudéis a los demás porque yo os lo diga, ni tampoco lo hagáis porque vuestro dios así lo mandaba, ni porque vuestra madre o vuestro padre os lo exigen, hacerlo porque al dar un poco de vuestro tiempo y esfuerzo, estáis ganando muchísimo más, estáis ganando un sitio fundamental en la vida de los demás.
Piensoloquedigo

Si tenéis alguna historia parecida, contármela, me encantaría leerla. Gracias

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